Vierte.
Morí como si fuese
sido algo extraordinario haber salido por esa hendidura llamada vagina, la
vagina de esa mujer desconocida que prefirió dejar de respirar que morir
conmigo en la vida, salí de ese lugar tan raro donde todo se hacía por sí solo,
sólo debía moverme dentro de una bolsa de vez en cuando para que supieran que
estaba vivo.
Al salir de ese hoyo conocí cientos de personas iguales que venían a verme,
tocarme y abrazarme (Como si tuviesen comprando un maldito colchón) en ese
lugar dónde habían millones de niños, (No sé no recuerdo, sólo sé que fue mi
hogar hasta los 16 años) que elegían para llevárselos, todos tenían que sonreír
por obligación como unos malditos robots y sí, sí funcionaba, siempre salían de
ese lugar sólo los niños que más "afecto" le daban a esos compradores
de colchones.
Tocó salir de ese
lugar donde nadie murió por mí y tampoco nadie se quedó conmigo, creyendo
ingenuamente que no me iba a encontrar a más de esos compradores de colchones y
no, no huí de ningún lugar, no conocí algo nuevo; seguía siendo la misma mierda
sólo que ahora no habían sólo niños o sí, sí seguía viendo niños y peor aún
seguía viendo fetos de esos que aún creían que estaban en el útero de sus
madres que debían sólo mover un dedo o
pegar un grito que les hacía recordar a sus padres que estaban vivos,
pidiéndole que les bajaran el mundo o al menos una estrella.
No cambió nada habían
millones de compradores de peluches por todos lados, que sonreían por
obligación para ser aceptados y fingiendo que le importaba la mierda que otros
estaban haciendo, había gente matándose fingiendo que se odiaban y había gente
fingiendo saberlo todo porque lo leyó en un libro o lo vio en las noticias.
Esa vieja de la vagina entendí lo inteligente que fue yéndose y dándome este pase libre a una fiesta aburrida a la cual todos quieren ser felices, todos quieren coger con todos y otros que hacen que otros dejen de respirar.
Esa vieja de la vagina entendí lo inteligente que fue yéndose y dándome este pase libre a una fiesta aburrida a la cual todos quieren ser felices, todos quieren coger con todos y otros que hacen que otros dejen de respirar.
La muerte es más que
una vida sin leyes, ni reglas. Sólo se hace por obligación como todo el manual
que viviste o que pretendiste acabar antes de dejar de respirar. Morimos con
las ganas de seguir viviendo, ¿Pero para qué? ¿Qué vamos a querer vivir en
donde se inventan profecías, reglas, nacimientos y resucitaciones que solo las
creen los que quieren hacerse ricos? El único miedo que tienen de morir es
volver a vivir.
Morimos el día que
nacimos, arruinando la vida de millones de personas que sí saben vivir, sí se
saben el manual, sí quieren hacer lo que todos hacen, el resto sólo estorba es
imposible aparentar la vida, ya estamos muertos, caminamos y respiramos como si
no quisiéramos asesinar a nadie.
La muerte es
ecologista y siempre va a querer un mundo limpio.
— Contó la vida
moribunda, frustrada, muy seria y sin tapujos.
.Ralswonski
Pantomina.
Tal vez la muerte sea una fotografía, o tal vez nosotros lo seamos.
En todo caso, vivir en este mundo puede ser un gran error.
Tal vez nosotros seamos fotografías, nacidos para ser olvidados en polvorientos e incómodos cajones de mesa de noche, o para vivir apretujados entre gordos libros de obituarios o de orientación sexual o hasta en libros de auto ayuda, qué más da donde, si en todas partes es incómodo y asqueroso.
Tal vez somos fotografías sin emoción, tomadas en el momento menos indicado, procedentes de una cámara fotográfica anatómicamente progresista. Somos fotografías producidas en masa y veladas de forma individual. Somos la producción de una raza de máquinas fotográficas y mientras tanto, la muerte allí, seleccionándonos aleatoriamente, cortándonos los bordes y metiéndonos en un cajón.
Y así como las fotografías, que a veces se resisten a ser olvidadas o borradas, estamos nosotros, resistiéndonos con uñas y dientes a esta montaña de cristal, resistiéndonos a no caer por el abismo de las fotos olvidadas por el tiempo, por la conciencia, por la culpa o por el amor. Así estamos siempre, temiéndole tanto a al muerte o al futuro que a veces cuando nos fotografían olvidamos sonreír.
Tal vez seamos fotografías, pero tenemos miedo de admitirlo; porque tenemos miedo de todo, hasta de nosotros mismos. Qué fácil es la creación, pero más fácil es la destrucción, más hermosa y más pura. Juzgamos al suicida, pero ¿y si sólo se mató para volver a la placenta?, ¿Y si sólo buscaba una razón de peso para sentirse vivo?.
Qué hipócritas somos, y como fotografías somos las peores. Lo que debemos hacer es mirar hacia el pasado y preguntarnos: ¿por qué no sonreí en aquel momento?, ¿por miedo? ¿por vergüenza? ¿por qué?. creemos que sonreír es un delito pero, a veces el delito es la única forma de sobrevivir. Qué tristes fotografías somos.
Tal vez la muerte sea una fotografía y nosotros seamos el fondo de ella. Somos la pared derrumbada, el árbol seco, las nubes amenazadoras, el sol resplandeciente, el día amarillento o el abrazo forzado.
Somos el de hasta atrás de la fotografía de la vida, el que se esconde, el tímido, el que no le sonríe al obturador de la muerte; somos esa patética y tenue mancha de nostalgia resbalando por la taza de café.
Somos fotografías y nos da miedo admitirlo por temor a ser olvidados en alguna libreta de apuntes intrascendentes.
Tal vez la muerte sea una fotografía y nosotros somos -en realidad- el fotógrafo. Tal vez nosotros acomodamos a los personajes de nuestra vida: "-tú a la izquierda, tú a la derecha, tú sonríe, tú. tú quítate, que no sales bien ahí.". Tal vez nosotros seamos los responsables de la mítica fotografía de nuestro obituario, pero nos da horror siquiera pensarlo.
Si somos fotografías, ampliémonos. Si somos fotografías, expongámonos. Si somos fotografías, presumámonos. Si somos fotografías, enorgullezcámonos. si somos fotografías, publiquémonos; que nosotros somos el mejor público y la muerte, el mejor escaparate.
Somos fotografías, fotografías hermosas, pero nos hace falta posar mejor. Somos imágenes aleatorias, bellas. Somos poemas en una inmensa pared de fotografías desteñidas y roídas por el sol.
Tal vez somos fotografías y la muerte es la mejor fotógrafa, pero cuánto miedo tenemos de sonreírle, y qué poco respeto le tenemos.
Entonces, mejor configurémonos el alma, cambiémosle el filtro a nuestras realidades, elijamos el mejor fondo, y contemos hasta tres. Dibujémosle nuestra mejor sonrisa a la muerte y cuando te diga: "¿estás listo?", dile que sí. Pongámosle el mejor flash a nuestros ojos y cuando la muerte nos de la fotografía de nuestra vida, escribamos atrás de ella con grandes letras rojas y en mayúsculas: "DAR O QUITAR LA VIDA SERÁ SIEMPRE ALTERAR EL FUTURO".
Y si después te olvidan en un cajón o en un viejo libro, no importa, tú hiciste tu parte, pues moriste con la satisfacción de no tener miedo, de posar con orgullo y de haber puesto la mejor sonrisa en tu último suspiro.
.Is